Cuenta la leyenda que a
principios del siglo XVIII, cada vez que el Rey Felipe V daba un paseo por los
jardines del Buen Retiro, que por aquel entonces era jardín de uso real, entre
paseo y paseo, las flores cambiaban. Los jardineros se quedaron de lo más sorprendidos,
ya que todos los días que iba a pasear el rey, los jardines lucían flores que
ellos no habían plantado.